CONDUCTAS NO ÉTICAS DE LOS PROFESORES

Para definir qué son las conductas no éticas de los profesores, Martínez Navarro (2010) retoma la distinción que realizan varios autores, principalmente Augusto Hortal (2002, p. 123, quien se basa en MacIntyre), sobre la distinción entre bienes intrínsecos y bienes extrínsecos en el ejercicio profesional.

Habría que partir de reiterar que los cuatro principios de la ética profesional, ya mencionados, en que coinciden la mayor parte de los autores que trabajan el tema de la ética profesional son: beneficencia o beneficio, no maleficencia, autonomía y justicia (Beauchamp & Childress, 2001). En cuanto al primero, que consiste en los bienes o servicios que cada una de las profesiones brinda a la sociedad de la que forma parte, pueden distinguirse dos tipos: los intrínsecos o internos y los extrínsecos o externos. Los primeros se refieren a las funciones sustantivas de los profesionales y los segundos, a las condiciones de trabajo que permiten alcanzar dichos bienes. El conflicto surge cuando los bienes extrínsecos subsumen a los intrínsecos, lo que desvía, en gran medida, el cumplimento de las funciones que ejercen los profesionales.

Con base en esa distinción, Martínez Navarro (2010, p. 115) afirma, acerca de las conductas no éticas de los docentes, que la corrupción se comprende como "cualquier acción u omisión que indica que han sido descuidados los bienes internos para dar prioridad a la acumulación de bienes externos, accediendo a estos últimos por una vía distinta a la recta dedicación profesional". Indica que puede generarse fácilmente un círculo vicioso: i) el profesional se lamenta de que la institución en la que trabaja no le está proporcionando los bienes externos que merece; ii) ese malestar puede resultar en una reacción negativa, consistente en reducir el rendimiento laboral; iii) las autoridades perciben la reducción del rendimiento laboral y deciden recortar los bienes externos; y iv) en respuesta al recorte, los profesores se consideran maltratados y acentúan las conductas inadecuadas. Para poder convertir ese círculo vicioso en uno virtuoso, el autor afirma que, además del diálogo, habría que reorganizar el reparto de los bienes externos (Martínez Navarro, 2010, pp. 121–124).

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